Por el doctor Luis Enrique Zamora (Doctor Humano).
Tu mirada incrédula presenció el desmoronamiento italiano a 640 kilómetros de distancia, al otro lado del mar mediterráneo y cometiste el error de pensar que un evento apocalíptico de semejante magnitud no te podría alcanzar a ti.
Viste los estragos del virus como una amenaza externa sobre la cual había que mantenerse alerta, pero nunca pensaste que la lucha se llevaría a cabo dentro de tus límites, cuerpo a cuerpo, casa por casa.
Irán e Italia señalaron al SARS-CoV-2 el camino que tendría que seguir para llegar a ti y el microscópico ser no falló a la cita, querida España.
A finales de enero, en las Islas Canarias, un turista alemán da positivo y se convierte en el primer caso dentro de tu territorio. Los médicos y los medios españoles cantan victoria cuando el germano es egresado a mediados de febrero. La exclamación “España, libre de coronavirus” se propaga, pero pasan por alto que, también a finales de enero, varios españoles procedentes del extranjero aterrizan en la patria. Su sitio de origen: Wuhan, el lugar donde inició todo.
El 9 de febrero Fernando Simón, médico epidemiólogo y portavoz del Ministerio de Sanidad español contra el virus SARS-CoV-2, es optimista sobre lo que se viene para ti: está seguro de que habrá pocos casos, piensa que prácticamente los contarán con los dedos de una mano. Es muy optimista…
Demasiado optimista.
La llegada de la pandemia
El 13 de febrero llega la primera muerte y los errores empiezan a sucederse: los resultados de la autopsia no llegarán hasta principios de marzo. Para el 23, el encabezado “no hay virus” amanece en España. La ilusión de seguridad continúa por unos días más.
Poco antes, el 19 de febrero, 2 500 aficionados del equipo de fútbol de Valencia, acuden a Milán, Italia, para apoyar a su equipo en los octavos de final de la Champions League contra el Atalanta. Más que una goleada, se traen la desgracia. Italia va un paso adelante en la catástrofe y abraza a los aficionados españoles para hacerlos partícipes de su dolor.
3 días más tarde, el 26, se registra en Sevilla el primer caso de transmisión local, que en 2 semanas se convertirán en miles.
Pero no pueden darse cuenta, creen que los casos que están detectando vienen del exterior y, entonces, con la muerte incubándose, la partida sigue desarrollándose tal y como el virus la quiere. Los tiene justo donde los necesita.
El 8 de marzo se reúnen 120 000 personas afuera del museo del Prado para marchar por el Día Internacional de la Mujer. Un evento multitudinario que le da al coronavirus la oportunidad de golpear Madrid con todas sus fuerzas. El gobierno se ciega, no ve que en España ya hay 520 casos y 10 muertos y que el norte de Italia está en cuarentena. No lo ve y apoya la marcha. En la noche, para rematar, hay partido: el Real Madrid juega contra el Betis. Más gente junta, más riesgo de contagio.
El 9 de marzo tu Primer Ministro, Pedro Sánchez, aparece en público repartiendo besos, minimizando el peligro, lo que conlleva que la sociabilidad propia del pueblo español continúe: bares y parques están llenos de gente, las muestras de afecto son visibles, a veces, demasiado. La cercanía es muy peligrosa.
Las sociedades médicas, enteradas de lo que ocurre en el resto del mundo, le piden a Pedro Sánchez que haya disponibilidad de pruebas diagnósticas, enfatizan lo importante que es detectar tempranamente. Suplican, porque ven más allá.
Pero cuando las pruebas llegan, los candados burocráticos cooperan con la causa del virus. Tus médicos tienen carta abierta para pedir un examen diagnóstico contra la influenza, pero no contra COVID-19. Estos los reservan para casos específicos, porque caen en la trampa en la que muchos cayeron cuando la ciencia apenas empezaba a descubrir los secretos del nuevo enemigo.
Creen que los que están enfermos pero que carecen de síntomas no transmiten la enfermedad. Se enfocan entonces en los que tienen manifestaciones, en los casos graves y dejan a sus anchas sin ser detectados a muchos otros para que esparzan la muerte.
Mientras, hay tiempo para que 3 000 fanáticos del Atlético de Madrid acudan a Liverpool y apoyen a su equipo a muerte, como lo hacen siempre. Una acción inconsciente que se suma al desplazamiento de valencianistas hacia Italia que se dio en febrero.
COVID-19: tragedia y cuarentena
Pocos días después de esto empieza la transmisión comunitaria.
En ti el coronavirus encontró el mejor lugar para florecer. Eres su América, su tierra prometida. Emigró de Italia para buscar mejores oportunidades y las encontró. Dentro de una semana la España que conocemos dejará de existir.
Entras a cuarentena el 14 de marzo del 2020, cuando Pedro Sánchez, el Primer Ministro, declara el estado de emergencia. Aunque esto no lo salva de las críticas. La mente de los españoles viaja a finales de febrero, cuando Italia tenía ya cientos de casos y no se previó lo que vendría, lo que conllevó al desabasto de equipo médico que tanta falta hará en el futuro y que contribuirá de alguna manera a la muerte de parte del personal sanitario.
Le reclaman no haber prohibido eventos de gran convocatoria y, por supuesto, que haya sido permisivo en el éxodo de tus ciudadanos hacia otras regiones de tu territorio cuando vieron que la cuarentena venía en serio.
Imposible precisar cuántos llevaron al virus consigo.
Y es aquí en donde, por fin, debilitado tras más de 10 años de crisis por los recortes presupuestales, tu sistema de salud es incapaz de sostenerse. Lo que se avecina es indigno y trágico. Algo solo visto en otras partes del mundo o en la más oscura de tus pesadillas.
China e Italia te dejaron las cosas claras: la población geriátrica sucumbe, es el principal objetivo del virus, y tú tienes 8,9 millones de personas mayores de 65 años, vulnerables sobre todo por el burocratismo en la solicitud de pruebas, el desabasto de recursos y más.
Porque múltiples generaciones viven bajo el mismo techo. El joven sale a la calle, se contagia y vuelve a casa, donde enferma al anciano. El núcleo familiar es la última pieza del rompecabezas de la muerte. El coronavirus estuvo en tu radar con mucho tiempo de anticipación y no lo aprovecharon, perdieron una oportunidad única que hoy se ha esfumado.
Para el 26 de marzo tienes 655 muertos y 56 188 casos. Todo se ha ido de las manos a poco más de 2 semanas de aquella marcha. Ya no tienes otro camino: como sea, tendrás que resistir.
Has logrado establecer un gran primer nivel de atención médica, pero tu capacidad en el segundo no es tan vasta. Tienes pocas camas per cápita disponibles (solo un tercio de las que disponen Alemania o Austria) y no alcanzarán. Es matemáticamente imposible.
Los alemanes están blindados con 28 000 camas de terapia intensiva y tú, en abril, solo tienes 440. Tus médicos y enfermeras ven venir el asteroide, echan un vistazo a los recursos disponibles y cierran los ojos para recibir el demoledor impacto. Harán frente a un suceso sin precedentes, solo equiparable a lo vivido durante tu guerra civil en la década de los 30. Harán frente a algo que, de algún modo u otro, los marcará para siempre.
Lo que sigue pasará tristemente a la historia.
La rápida escalada del coronavirus
Te conviertes en el país con la mayor cantidad de infecciones en personal sanitario y, de estos, muchos mueren. Los recursos desaparecen, consumidos por el fuego de la desesperación. No hay suficiente para todos, ni médicos ni enfermeras ni pacientes.
Se hacen auténticos milagros con lo que se tiene. Las bolsas de plástico se obtienen de donde sea y se utilizan como escudo para evitar el contagio a falta de caretas o escafandras. Los pacientes colman los servicios de terapia intensiva, los pisos y urgencias. Es inimaginable para semejante ejemplo de sistema de salud tener a sus pacientes en los pasillos o en el suelo, pero lo vemos alrededor del mundo y nos hiela la sangre. No puede ser menos cuando se estima que el 15% de los españoles, como mínimo, ha sido infectado.
Reclutas hospitales privados y al personal de los mismos para sumar soldados en el frente, donde la carnicería que se presencia lleva al límite sus fuerzas físicas con brutales jornadas de 80 horas o más por semana. Las energías se agotan y la voluntad se quiebra.
El virus ha llevado la lucha hacia las mentes de quienes deben preservar la vida. Aquí no hay reglas. No estaban preparados, nadie podría estarlo. Recibo a través de WhatsApp el video de uno de tus médicos que, con lágrimas imparables, nos habla a todos y, desesperado, abatido, nos comparte un audio de una compañera suya que está en Madrid y que nos muestra que España está derrotada.
Mientras escucho, lo que traduzco en mi imaginación me arde, me duele y me rompe: nos dice que es tanta la gente que requiere un ventilador mecánico que estos se han agotado.
No queda otro camino, hay que darle prioridad al más joven (que teóricamente tiene más posibilidades de sobrevivir) y, entonces, el aparato le es retirado al anciano, quien termina siendo sedado para que su muerte (que ocurre en segundos o minutos) sea lo menos dolorosa posible (¡morir así no, maldición!). No puedo comprobarlo, pero puedo verlo. Todo apunta a que es así. Tras esto, algo de mí se queda contigo, me desangro.
Se prohíbe el acceso a terapia intensiva a mayores de 75 años. Hay que priorizar. Pides perdón mientras lloras por dentro porque sientes que le has fallado a tantos que nunca pensaron que el final de su vida lo encontrarían en tan precarias condiciones. Sientes que han muerto sin dignidad y no puedes con ello. Imágenes como estas no estaban en el guion. Ni tuyo ni el de nadie. España llora, lucha y muere a la vez, solo sus héroes la sostienen.
El derrumbe de los hospitales
Se adquieren 640 000 pruebas diagnósticas en las sombras, sin identificar al vendedor, lo que alimenta la desconfianza hacia el gobierno por parte de tu gente.
Al mismo tiempo se invierten 578 millones de euros para adquirir guantes, caretas, batas, cubrebocas y ventiladores que tanta falta hacen, pero que, ante el gran desastre, saben a muy poco. Semejante mundo de dinero no garantiza la disponibilidad. Hoy parece haber, mañana quién sabe.
Derrumbándose los hospitales y enfermándose los que deben prodigar la atención a quienes la necesitan, los alcances de la hecatombe siguen sorprendiendo cuando el ejército irrumpe en las casas de ancianos y encuentra cadáveres de abuelos que no tuvieron una oportunidad y otros, aún con vida, abandonados a su suerte. Impropio del primer mundo al que perteneces. Qué cruel es el destino.
En las calles, una farmacia atiende a sus clientes a través de un hoyo en la pared, maximizando sus medidas de protección para tratar de evitar la misma suerte que las otras catorce que ya han cerrado: su personal está infectado.
En el peor momento de la pandemia alcanzas 900 muertos en solo 24 horas. Peleas contra Italia por el mayor número de fallecidos. Tus muertes per cápita son 3 veces más altas que las de Irán y 40 más que las de China.
Ves los números, bajas la mirada y aguantas. Deberás rehacerte con lo que quede, con lo que se pueda salvar, con lo que te deje el coronavirus.
La comunidad china que acoges se aísla. Cierra comercios y trata de no salir a la calle para evitar que algún ignorante los trate de manera racista. Aunque ese país, tan criticado por todos, acabará siendo su salvador a través de los insumos que les facilitará para afrontar la crisis.
Ahora sí, la cuarentena es completa y supervisada por la ley. Salvo estrictas excepciones, todos tienen que estar encerrados y, tiempo después, estos 47 millones de personas en confinamiento aplauden a diario al personal médico, reconociendo su tremenda labor. La postal es incomparable.
Los frutos del esfuerzo contra el coronavirus
Madrid, destruida, otorga un minuto de silencio cada mediodía en honor a sus muertos. La ciudad ha sido uno de los epicentros de la pandemia y ha pagado un altísimo precio.
Finalmente, los esfuerzos valen la pena y, por fin, dos meses después del inicio de todo, logras que el número de muertos por día baje a dos dígitos.
Al mismo tiempo, obligas al virus a emigrar hacia otra parte, para que pueda continuar destruyendo. Entonces, los Estados Unidos de Norteamérica se convierten en el nuevo epicentro de la pandemia con sus 153 246 casos. Y la historia nos llevará allá, hacia una nueva tragedia.
Todos miran con dolor y amargura a Portugal, el vecino con el que comparten 750 millas de frontera y que, a pesar de la cercanía española, ha capeado bien el temporal. El dolor ante el éxito portugués es palpable y reclamas herida al pasado por ese mes y medio que tuviste a finales de enero tras el primer caso detectado, donde pudiste haber tomado las medidas que hubieran salvado tantas vidas. Ese “hubiera” te lastima, pobla de sal tu herida. Y ya no puedes hacer nada, solo seguir adelante.
Pedro Sánchez se disculpa por los errores de su gobierno, lo que hoy, ante los más de 27 100 muertos y más de 282 000 infectados, deja en la boca un sabor agridulce que es difícil de aceptar. Pero no te queda más, estás rota, este es el epílogo del episodio más doloroso de tu historia moderna.
La Universidad Politécnica de Cataluña concluye que, como mínimo, 2 000 000 de españoles se han infectado. La mayoría de ellos se han recuperado o se recuperarán.
Volverán a respirar sin necesidad de ventiladores mecánicos, sin la obligación de permanecer en terapia intensiva. Dejarán de toser y volverán a abrazar y besar. Volverán a salir a las calles sin miedo, te lo garantizo, pero las heridas más profundas, esas que la desgracia infringe en el alma y en el corazón, nunca lo harán. Porque no hay tiempo que pueda contra las marcas que dejan los estragos de la fatalidad.
Vivirás con la herida abierta y al rojo vivo hasta que los años y la vida te den la oportunidad de vengar a tus muertos, cuando tengas éxito al luchar contra una nueva pandemia, salvando a los miles que hoy no pudiste salvar.
Se acerca el término de la pesadilla, España. Mientras, me desangraré contigo hasta el final.
Luis Enrique Zamora Angulo, médico internista egresado del Nuevo Hospital Civil de Guadalajara, se dedica desde 2013 activamente a la divulgación en medicina. Desde su fanpage de Facebook, su canal de YouTube “Doctor Humano” y su podcast “Medicina de andar por casa” -que produce él mismo-, comparte información confiable explicada de una manera amena y sencilla, entendible para todo público.
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Fuentes:
https://www.theguardian.com/world/2020/mar/26/spain-coronavirus-response-analysis
https://www.aa.com.tr/en/europe/covid-19-what-went-wrong-in-italy-and-spain/1797461
https://www.vox.com/2020/3/20/21183315/coronavirus-spain-outbreak-cases-tests