Además de académico, investigador, consultor estratégico y conferencista internacional, el médico argentino Diego Bernardini es especialista en geriatría y una de las personas que más puede aportar a la conversación sobre la pandemia de COVID-19.
Ya en el año 2003 Benardini estuvo tanto en la Organización Mundial de la Salud (OMS) como en el Ministerio de Salud en Argentina, momento en el que tuvo contacto con la epidemia de SARS. Posteriormente, en 2009, volvería a tratar con una situación similar ante el H1N1 mientras formaba parte de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Hoy en MedsBla hablamos con el doctor Bernardini sobre la situación en Argentina y el mundo ante el coronavirus; cómo ve el presente y futuro de las personas mayores frente a la pandemia; y la situación geopolítica y sanitaria en Argentina y Latinoamérica.
Como médico y divulgador científico, ¿cómo está viviendo a título profesional la pandemia de coronavirus?
Lo estoy viviendo con mucha preocupación porque creo que esto es un cimbronazo muy, muy fuerte para la arquitectura de la salud global. Hablo sobre todo de la función de la OMS y todo lo que tiene que ver con su financiamiento, sus mandatos de gobierno y, por supuesto, su capacidad técnica.
Al mismo tiempo, creo que también es un llamado de atención para los sistemas y servicios de salud del mundo, principalmente por la falta de financiación y de preparación que hubo.
Hemos visto que prácticamente ninguno de ellos pudo hacer frente o está haciendo frente a esta situación.
En el caso de España me sorprende que no han hecho una utilización adecuada de uno de sus principales activos e identidad: La atención primaria.
¿Y a nivel personal?
En lo personal también lo estoy viviendo con mucha preocupación porque mi área de estudio geopolítico, por llamarlo así, es Iberoamérica. Dentro de ella, América Latina —que es una región muy desigual y que tiene debilidad institucional— no está preparada desde ningún punto de vista.
En este momento la COVID-19 está llegando acá. Mejor dicho, ya llegó, pero está entrando en la etapa de crecimiento exponencial y me preocupa mucho. El primer nivel de análisis es claramente el sanitario, pero también —como persona muy involucrada en la salud pública y los determinantes sociales de la salud— sé que esto va a traer consecuencias de empobrecimiento muy fuertes en el mediano y largo plazo.
Además, hay una tercera dimensión de esto, que es la crisis de liderazgo político. Es algo muy preocupante porque son quienes deberían tener una visión de análisis amplia e integral.
Sin embargo, vemos lo que está pasando en el mundo y son muy pocos los lugares donde uno podría decir que se han tomado decisiones acertadas.
Aunque hay que reconocer que es muy difícil, porque esta situación nos está enseñando en el día a día.
La COVID-19 en Argentina
Usted, además, está especializado en geriatría y salud pública, ¿cuál es su visión de la gestión de la COVID-19 en Argentina en términos generales?
En Argentina desde el inicio se transmitió una información poco asertiva y bastante irresponsable, como decir que el virus nunca llegaría.
Sé que los servicios de salud no están preparados y, además, carecemos de un componente fundamental, que es el de una identidad colectiva que haga fuerza en la solidaridad y en el pensar en el otro.
Es un contexto que, como país, nos agarra en un momento muy delicado. Estamos pasando una situación económica y financiera desastrosa —cerca del 40% del trabajo en Argentina es trabajo sumergido— y, bueno, ahora está esta pandemia lo agrava todo.
La gran oportunidad que tuvo un país como Argentina fue aprender de las lecciones que nos dejó la pandemia en escenarios previos, como Asia, Europa o Estados Unidos. Y la realidad es que, a mi entender, no se han hecho muchas cosas de las que se debería haber aprendido.
No nos olvidemos de que quienes hoy están en el poder intervinieron durante años pasados el Instituto Nacional de Estadística y que cometieron errores tan groseros como decir que en Argentina había menos pobres que Alemania.
Entonces, considerando que la historia de registros y de cifras confiables en Argentina es muy pobre… Bueno, la pregunta es por qué en esta situación debería ser distinto.
Ha sido muy crítico con la gestión que se ha realizado, sobre todo el pasado viernes 3 de abril, cuando miles de jubilados se agolparon en las puertas de los bancos para cobrar su pensión. ¿Qué podemos extraer de este hecho?
Lo que podemos extraer de la gestión del 3 de abril es que claramente se podrían haber planificado determinadas cosas. Y, lo que es peor, en esta situación quienes debieron haberlo hecho no solo fue el Gobierno, también el sector privado, los bancos específicamente.
Esto también nos confronta con un desafío que claramente existe: la brecha digital. Y no porque las personas mayores no estén capacitadas o educadas para utilizar una tarjeta de débito bancario, sino porque son los bancos los que tienen que implementar sistemas de capacitación, de control, confiables, que hagan que la persona pueda usar los bancos sin tener que personarse.
Lo que ocurrió el 3 de abril fue muy grave. Todavía no estamos viendo lo que podría haber ocurrido en ese momento, que fue una desgracia. Los números hoy (a día 23 de abril) no muestran que haya sido algo como pensamos, que podría ser un incremento significativo de contagios.
Pero sabemos —y hay denuncias que circulan por determinados lugares, como algunos medios y en las redes sociales— que están aumentando los números de muertes por neumonías atípicas que, al no realizarse test de COVID-19, no entran en la estadística.
Y esto es muy importante porque tiene que ver con la confianza de los registros.
En el caso concreto de Argentina ¿cree que el aislamiento social está siendo efectivo en la lucha contra el nuevo coronavirus?
El confinamiento preventivo y obligatorio se tomó en un tiempo adecuado, pero la realidad es que no se cumplió de la forma en que se debería haber cumplido.
Ahora, cuando ya lleva unas semanas y se está buscando su extensión, lo que flota en el imaginario popular de la sociedad argentina es lo que se dio en llamar “el fenómeno de malvinización”: en la guerra de las Malvinas en el año 82 nos transmitían que íbamos ganando y después la historia se encargó de colocar todo en su lugar.
Acá lo que está pasando es que muchas veces se transmiten mensajes triunfalistas e irresponsables, y esto impacta claramente en las medidas que adopta la población.
Se está llegando a un crecimiento significativo de la COVID-19 en estas semanas, cuando en Argentina la salud nunca fue una prioridad. Nunca tuvo las medidas de financiamiento, de formación o de inversión tecnológica que debería haber tenido y, en situaciones como esta pandemia, no hacen más que poner en jaque todo esto. Y, en definitiva, el impacto se lo acaba llevando la población.
¿Qué debería cambiar en Argentina y Latinoamérica después de esta crisis?
Creo que, después de esta crisis, Argentina y América Latina no pueden seguir teniendo sistemas de protección social tan frágiles y una población tan desigual desde el punto de vista socioeconómico.
La pandemia va a ser para el mundo lo que fue para EE. UU. el 11 de septiembre: va a ser un game changer, va a cambiar completamente las reglas del juego.
Y de esto no se va a salir en el 2020, vamos a seguir viendo las consecuencias en el 2021.
Probablemente se modifiquen muchos aspectos del relacionamiento social, de la gobernanza de las responsabilidades como ciudadanos, de todo eso que hace nuestra vida diaria y que no le prestábamos tanta atención.
Los mayores ante el coronavirus
¿Qué consejos daría al personal sanitario en cuanto al trato a personas mayores durante la pandemia de COVID-19?
El personal sanitario es un personal que hoy, como estamos viendo en las estadísticas, es extremadamente vulnerable y, al mismo tiempo, se enfrenta a otro sector de la población extremadamente vulnerable, que son las personas mayores.
Se ha hablado mucho de la toma de decisión, de la oferta, de la gestión de recursos… El clásico ejemplo es que, si hay dos pacientes para un único respirador y uno tiene 20 años y el otro 70, ¿a quién se lo damos?
Los médicos tomamos decisiones en función a la experiencia, al criterio profesional, la evidencia y los principios de ética que cada uno de nosotros tengamos; pero todo eso está inmerso en una atmósfera de incertidumbre.
Lo que está claro es que el trato con las personas mayores tiene que respetar sus derechos, su dignidad y, por supuesto, respetar la toma de decisión siempre que pueda ser realizada. Me parece fundamental considerar no solo esos aspectos, sino también algo que siempre es importante mencionar: la edad no debería ser una variable para tomar decisiones.
Hoy quienes nos especializamos en el cuidado y atención de las personas mayores hablamos de funcionalidad.
La realidad es que la edad muchas veces no refleja el estado funcional fisiológico de esa persona
¿Cómo debería actuar el personal sanitario ante personas con deterioro cognitivo?
Esa es una situación muy especial, no se puede hablar de una manera genérica. Cada persona mayor ya de por sí es única y el deterioro cognitivo las hace aún más únicas.
Hay que considerar mucho el costo-beneficio de las decisiones, pero, sobre todas las cosas, tenemos que recordar que, cuando hablamos de tratar, de cuidar, de acompañar a una persona con deterioro cognitivo, nuestra intervención no se limita al paciente propiamente dicho, sino que se amplía hacia la familia.
En este caso, muchas veces tenemos que considerar el bienestar de la familia y tomar la decisión de una manera negociada.
Y qué mejor para esto que poder hacer el ejercicio de la escucha activa, de escuchar no solo con los oídos, sino escuchar con la mirada, de abrazar con la palabra, de abrazar con la mirada y de poder llegar a una decisión conjunta que no solo beneficie al paciente, sino también a la familia.
En los países más afectados de Europa uno de los principales focos de contagio de coronavirus son las residencias de ancianos, ¿cuál es el estado en Argentina?
Estamos viendo cómo se está repitiendo la situación que se dio en España con las residencias geriátricas. Acá eso no se ha considerado y hace 48 horas empezaron a aparecer contagios masivos, evacuaciones… que están desnudando la falta de acreditación y de control que hay en las residencias.
El Gobierno de la ciudad de Buenos Aires tomó nota de ello. Tienen bajo su jurisdicción cerca de 500 establecimientos de este tipo y decidieron conformar un grupo de expertos para asesorar, entre los que tuve el honor de ser convocado.
Yo comparto un posicionamiento que surgió entre profesionales del cuidado y atención de las personas mayores allí mismo, en España. Tiene que ver con el hecho de que esta pandemia va a generar un nuevo modelo de atención —fundamentalmente en instituciones de cuidado de larga estancia— porque hemos visto que el actual ha fracasado. Las cifras que vemos a diario de España son brutales y temo que ocurra algo similar en Argentina.
¿Cuáles cree que serán las consecuencias a futuro de esta pandemia entre la población envejecida?
Entre la población envejecida claramente va a tener un impacto fuerte, porque son los que se están llevando la peor parte. Sin embargo, creo que esa población envejecida va a levantar la voz, va a transformar el tejido social y todo esto va a impactar en la toma de decisión política.
Los políticos van a tener que tomar nota de esto porque las personas mayores votan, y los van a premiar o a penalizar en función de la gestión de esta pandemia.
Ser médico durante la pandemia
¿Qué opina de la situación que están viviendo los médicos en la lucha contra el coronavirus?
Creo que no somos héroes como se dice. Claramente valoramos los aplausos, pero en realidad estamos haciendo lo que nos gusta, la vocación que elegimos y que transformamos en profesión.
Una vez que pase todo esto —que seguramente nos va a marcar por el resto de nuestras vidas—, como colectivo responsable y protagonista que somos vamos a tener que pedir rendición de cuentas.
No es posible que, por desidia, por ignorancia o por avaricia médica, nos hayan mandado a nuestro trabajo sin el mínimo de los equipos de protección.
Las cifras de muertos son más que números. Representan padres, son novios, son esposas, son abuelas, son tías, son vidas que se han perdido. Pero el sufrimiento, la tristeza, la angustia, las cicatrices que quedan por dentro de los profesionales de la salud y no se ven son difíciles de cuantificar.
Esto tiene que ayudarnos a que el día de mañana podamos juntos pedir mejoras, pedir rendición de cuentas y buscar responsables. Porque hubo responsabilidad en esto y se pudo haber evitado. Y lo hablo con ánimo de mejora.
La política es defender el bien común, debería ser un recurso para mejorar la vida de los ciudadanos, y hemos visto en muchas partes las barbaridades que se han cometido en nombre de la política.
Es así, yo sé que esto puede no caer simpático y a mucha gente no le va a gustar, pero ya se dice que la verdad duele, pero duelen mucho más los familiares y las vidas que se han perdido.