El proyecto, propuesto por el ministro de salud de Etiopía, Kesetebirhan Admasu, se venía gestando desde 2012, sin embargo, no fue hasta la primavera de 2015 cuando el brote de ébola agilizó la colaboración entre los líderes políticos de África, que ahora inauguran la primera delegación en Addis Abeba.
“Si la idea se hubiese desarrollado antes podrían haber tenido profesionales capacitados en el lugar y un sistema para coordinar la respuesta a nivel nacional. Se podría haber evitado tanta propagación”, ha lamentado la directora del Centers for Disease Control and Prevention, Rebecca Martin, a propósito de la pasada epidemia.
La propuesta de Admasu pretende ser una copia de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades que el ministro pudo visitar en Atlanta (EE. UU.) durante una de sus giras diplomáticas. Sin embargo, también han surgido voces en contra de la iniciativa, como la de su predecesor en el cargo, el exministro de salud etíope, Muhammad Ali Pate.
“Quiero ser optimista, pero esto no funcionará si la estructura y la capacidad es débil al igual que otros organismos de salud”, ha advertido, “potencialmente se podría aumentar la capacidad de los países africanos…o podría ser más de lo mismo”. Apunta además que, tras la muerte de más de 11.000 africanos “la urgencia se está perdiendo”.
Tal como recoge la revista Scientific American, Pate ha enumerado los obstáculos que puede encontrarse la nueva agencia, entre ellos la burocracia dentro de la propia Unión Africana, la falta de fondos o la incapacidad para contratar “y retener” a epidemiólogos experimentados.
Hasta el momento, la recién nacida Agencia de Control de Enfermedades cuenta con una plantilla de 11 personas y un presupuesto de 6,9 millones de dólares hasta diciembre de este año. Se trata de una cifra que tampoco convence a la directora del Global Health Law Program de la Universidad de Georgetown (EE. UU).
Ana Ayala, que también ha trabajado con la OMS para capacitar a los funcionarios de salud de África en la preparación para las epidemias considera “preocupante” esta asignación, ya que, considera “se necesitan aproximadamente 60 millones de dólares y una plantilla de 300 personas, de lo contrario será un fracaso”.
A pesar de todo, ya se está planificando una segunda fase, que contará con nuevas dotaciones económicas y se centrará en la apertura de 5 centros colaboradores regionales repartidos por todo el continente.