Según explica en un comunicado, las principales adaptaciones tienen que ver con un enlentecimiento de la frecuencia cardiaca, un aumento de las cavidades cardiacas, un ligero engrosamiento de los espesores de las paredes del corazón, mejora de la función sistólica y diastólica y mejora de la vascularización, tanto del miocardio como de la musculatura activa periférica.
“Todas estas adaptaciones tienen una clara repercusión en la mejora de la capacidad funcional, no solo para el rendimiento deportivo, sino también para las actividades de la vida diaria”, apunta el especialista, quien destaca que el ejercicio regular “también ayuda a disminuir el riesgo de enfermedad cardiovascular, sobre todo de cardiopatía isquémica”.
Desventajas
Frente a los “numerosos beneficios” para el sistema cardiovascular que implica el ejercicio regular, “tan solo se ha demostrado un aumento de la incidencia de fibrilación auricular en deportistas que han realizado deporte de resistencia a elevada intensidad durante muchos años, aunque la causa de esta mayor incidencia no está del todo claras”.
Para evitar cualquier problema, Serratosa recomienda que todos los deportistas y aquellos que quieran iniciarse en la práctica deportiva se sometan a una valoración cardiológica a partir de los 12 años. Dicha valoración debe incluir una historia clínica detallada en busca síntomas de sospecha, como palpitaciones, dolor torácico, mareo o síncope asociado al esfuerzo.
Igualmente, hay que buscar antecedentes de muerte súbita o cardiopatía hereditaria en familiares de primer grado y una exploración física en la que se intenta descartar la presencia de soplos anormales. Junto con estas pruebas, es necesario realizar un electrocardiograma en reposo.
Existen otras pruebas, como la ecocardiografía o la prueba de esfuerzo (holter, cardioresonancia, eco de estrés, estudio genético o estudio electro-fisiológico) que se deberán realizar o no dependiendo del nivel del deportista, del hallazgo de las pruebas básicas y del tipo de actividad.