Según los autores del estudio, el número de casos supera ya los 100.000 debido, sobre todo, a los desplazamientos de la población dentro del país. La enfermedad es producida por un parásito llamado leishmania que causa llagas en la piel que desfiguran el rostro de forma permanente y, además, son dolorosas, tal y como recuerda El Comercio.
La enfermedad se ha desarrollado en zonas de refugiados donde hay reservorios del parásito transmisor, que necesita elevadas temperaturas para sobrevivir. Además de en Siria, se ha detectado casos en Líbano, Jordania, Yemen y Turquía, y los científicos advierten de que el brote debe tratarse con rapidez para que las consecuencias no sean nefastas.
Para prevenir nuevos contagios se recomienda mejorar las condiciones de vida de los refugiados, lo que se lograría con programas para obtener agua potable, una alimentación adecuada, unas medidas de higiene y un alojamiento menos insalubre. La leishmaniasis afecta a los más pobres y se relaciona con desnutrición, un sistema inmunológico debilitado y malas condiciones higiénicas.
La OMS estima que cada año mueren entre 20.000 y 30.000 personas por esta enfermedad, endémica en 70 países, y surgen más de un millón de casos nuevos en todos los continentes, excepto en Australia y la Antártida. Hasta este brote en Medio Oriente, la mayoría de los casos se daban en Arabia Saudí, Afganistán, Brasil, Irán y Perú.