Durante 2 meses en la ESI, en los que se han investigado, además, cómo afectan las actividades de la tripulación a la estación, se han intentado explorar cómo se adapta el organismo a las condiciones de microgravedad para que tratar que el sistema circulatorio se vea perjudicado lo menos posible.
La bióloga molecular y científica, Kate Rubins, quien el pasado mes de enero probó un secuenciador manual de ADN para las futuras misiones a Marte, ha formado parte del experimento en el que se analiza el comportamiento de las células del corazón. Para ella, uno de los aspectos más inquietantes es cómo se comportan los líquidos a escala molecular.
Esta misión pretendía ampliar información científica sobre la adaptación de la circulación de la sangre en vuelos espaciales a largo plazo. Los principales objetivos marcados, que dentro de poco serán analizados, son:
- Estudiar los latidos del corazón en ingravidez mediante sistemas de balistocardiografía, método de exploración cardiovascular mediante el que se analizan los movimientos que origina la sangre en el corazón.
- Investigar las reservas funcionales de ambos ventrículos del corazón cuando se hacen pruebas respiratorias.
- Estudiar la cantidad de líquidos que se almacenan en la parte superior del cuerpo en ingravidez durante las distintas fases del vuelo.
- Analizar la hemodinámica y las características energéticas del corazón.
- Profundizar en los procesos de interacción intracardiaca según la variabilidad cronotrópica o inotrópica de la actividad cardiaca.
- Procurar predecir las posibles reacciones del organismo de los cosmonautas cuando regresen a Tierra.
Los resultados científicos podrían ser relevantes para que los controles médicos sean más eficaces, para analizar el estado funcional de la tripulación y predecir los efectos de la readaptación de los astronautas. Todos los datos fisiológicos se garban en la memoria del ordenador de a bordo y se copian en un soporte de datos llamado Cardiovector.