Tal es el caso de una mujer de 49 años infectada en Estados Unidos, que ha demostrado ser portadora de una mutación del gen mcr-1 de la bacteria, que provoca resistencia a la colistina, un antibiótico utilizado en última instancia para infecciones que no cesan con otros tratamientos. Este caso ha sido publicado en la revista de la Sociedad Americana de Microbiología (Antimicrobial Agents and Chemotherapy).
Hace unos meses la revista Nature Microbiology publicó que algunas bacterias son capaces de hibernar para combatir la acción de los antibióticos y volver a estar latentes cuando el periodo de medicación ha terminado. Ello sugiere que las probabilidades de que la bacteria genere resistencia a los antibióticos aumenten en cada dosis administrada.
Si a ello se le suma que el mecanismo se puede transmitir fácilmente de una bacteria a otra porque se trata de un plásmido (parte de material genético transmisible), el problema adquiere una mayor relevancia. Además, las cepas virulentas de estas bacterias pueden transmitirse al ser humano directamente desde las plantas y verduras (el famoso caso de los pepinos portadores de E.coli) como de animales de granja.
Muchos animales son tratados con antibióticos, bien por enfermedad o para propiciar un crecimiento más rápido y productivo del animal. Así, la exposición de la bacteria a antibióticos crece y, con ello, las probabilidades de que éstas muten y sean cada vez más resistentes.
Algunas enfermedades que provoca E.coli, como una neumonía, una infección urinaria o una salmonella, podrían convertirse en enfermedades letales debido a la ineficacia de los tratamientos existentes. Otras enfermedades como la gonorrea, ya han comenzado a mostrar indicios de resistencia según la Organización Mundial de la Salud, y algunas cepas nuevas de bacterias comienzan a mostrar indicios de resistencia a los tratamientos más habituales, lo que hace urgente buscar nuevas alternativas de tratamiento a patologías que ya se consideraban controladas.