Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la propia asociación, el 30% de las mujeres que visitan la consulta de Atención Primaria es o ha sido víctima de violencia de género, incluyendo violencia física o sexual; sin embargo, muy pocas pacientes hablan de forma espontánea de su situación.

A pesar del hermetismo, los profesionales sanitarios de Atención Primaria detectan hasta un 17% de casos de violencia de género; una cifra que podría aumentar con 2 medidas básicas:

  1. El personal de Atención Primaria debe tomar la iniciativa al hablar de violencia de género.
  2. Debe existir mayor implicación del personal de enfermería formado en la materia en el abordaje de este problema de Salud Pública.

En este sentido, la Aificc señala que, según estudios recientes, el 80% de las víctimas de violencia de género no hubieren tenido inconveniente si les hubiese preguntado por el tema. Así mismo, señalan, el nivel de respuesta mejora de un 7,5% hasta un 30% cuando la mujer es atendida por enfermeras formadas en la materia.

Abordar la violencia de género en consulta

“En los casos en que se sospeche de violencia de género, hay que tener claro que hay que hacer una entrevista clínica específica y siempre atender a la mujer en un clima de confianza adecuado”, recomienda la médico de Atención Primaria y miembro de la Comisión Nacional contra la Violencia de Género de la Generalitat, Núria Querol.

La sospecha puede surgir a lo largo de varias sesiones. El objetivo, resume, es que, a lo largo de las visitas, los médicos de Atención Primaria y el personal de enfermería se apoyen mutuamente, buscando señales y síntomas:

  1. El compañero de la paciente contesta por ella o rechaza abandonar la consulta.
  2. Ella mira constantemente a su compañero buscando aprobación.
  3. Se observa discordancia entre el incidente que explica y el tipo de lesión que presenta.
  4. Se observa retraso en la petición de atención médica: presenta hematomas en diferentes grados de evolución o señales de lesiones antiguas.
  5. Se observan lesiones que indican una postura defensiva
  6. Presenta fracturas frecuentes de huesos nasales, dientes y mandíbula, o el desgarro del lóbulo de la oreja por arranque de los pendientes.

“La exploración física debe ser minuciosa y la entrevista debe ir dirigida hacia la lesión o causa de consulta, y si se sospecha habrá que preguntar directamente por la violencia de género”, explica la doctora, miembro de la American Society of Criminology y la National Sheriff's Associaction (Nlecaa). En todo caso, insiste, “debemos tomar en serio a la posible víctima de violencia de género y garantizar la discreción e intimidad”.

En caso de que la violencia de género sea confirmada, “es importante no culpabilizar, respetar las decisiones de la víctima e informar de los peligros que corre y de los medios que tiene”, recuerda Querol:

  1. Informar a la paciente sobre los recursos sociosanitarios disponibles.
  2. Proporcionarle teléfonos de ayuda urgente.
  3. Indicar los pasos para formalizar la denuncia.
  4. Explicar los riesgos corre su salud y la de sus hijos.
  5. Remitir a la paciente a servicios especializados como el Servicio Integral de Atención a la Mujer (SIAD)
  6. Registrar los hechos, la descripción de las lesiones, las pruebas diagnósticas, el diagnóstico final y la actitud terapéutica y evolución de la paciente en la historia clínica.

Durante este proceso “se deberá valorar la necesidad de una actuación urgente por parte de los profesionales de Psicología, Psiquiatría y Trabajo Social, y la situación del riesgo vital inmediato tanto de la mujer”, recuerda la experta en Atención Primaria.

Las raíces de la violencia de género

La violencia de género en España es “un fenómeno invisibilizado e inmerso en el ámbito privado”, denuncia Querol. Esta lacra, que solo en 2017 ha sumado el asesinato de 27 mujeres, “tiene profundas raíces sociales y culturales, y está vinculada al desequilibrio en las relaciones de poder entre hombres y mujeres en los ámbitos social, económico, religioso y político”, profundiza la experta.

“El factor principal de riesgo para la violencia de género contra las mujeres es, precisamente, el hecho de ser mujer”, lamenta. No obstante, entre los grupos más vulnerables se encuentran las mujeres que han sido testigos o víctimas de violencia en su infancia, que sufren o han sufrido aislamiento social, que son dependientes económicamente o que poseen un bajo nivel educativo.

Los profesionales de Atención Primaria deben tener en cuenta que, además de sufrir consecuencias físicas como contusiones, traumatismos y heridas, todas ellas pueden ser víctimas de otros muchos trastornos de la salud -trastornos del sueño, alteración del ciclo menstrual, abuso de alcohol, pérdida de empleo, autolesiones, etc.- que necesitan ser atendidos y relacionados con la causa original, la violencia de género.