Así lo muestra un nuevo modelo de vacuna que ha demostrado ser eficaz y resistente en ratones, tal y como se refleja en otro artículo publicado en la revista Applied and Environmental Microbiology, de la American Society for Microbiology, en el que se muestra un novedoso método de inmunización distinto al que suele utilizarse en las vacunas convencionales.
Esta vacuna utiliza biobeads, poliésteres naturales a las que ciertas bacterias no tuberculosas se unen en pequeñas esferas. Estos biobeads se utilizan como plataforma para presentar los antígenos de la bacteria Mycobacterium tuberculosis o Mycobacterium bovis de la tuberculosis al sistema inmunológico.
E.coli, no siempre perjudicial
Los antígenos micobacterianos que estaban expuestos a las biobeads podían inducir respuestas inmunológicas en ratones, según habían podido averiguar estos mismos científicos en investigaciones anteriores. Estas biobeads fueron ensambladas por la bacteria Escherichia coli (E.coli), que ya ha demostrado ser efectiva para favorecer la producción de anticuerpos en otras enfermedades como la neumonía.
Los autores del estudio comprobaron que si se produjera en micobacterias, en lugar de E.coli, las biobeads llevarían antígenos micobacterianos en su superficie, que incluirían muchos antígenos no descubiertos con capacidad de protección inmunológica. Además, según sugieren, los antígenos de M. tuberculosis y M. bovis aumentaban la respuesta inmune de la vacuna.
A diferencia de E.coli, las micobacterias no tienen las enzimas necesarias para formar biobeads, motivo por el que crearon nuevas formas de clonación que permitieron expresar esas enzimas en M. smegmatis, una micobacteria que no causa tuberculosis. Usar M. smegmatis, en lugar de bacterias que provoquen la tuberculosis, evitaría la posibilidad de que la vacuna provoque una infección.
No obstante, la vacuna más común contra la tuberculosis, Bacillus de Calmette y Guérin (BCG), no debe ser desechada, pues puede reducir las probabilidades de desarrollo de la esclerosis múltiple, según se demostró en un ensayo clínico realizado en 73 voluntarios en 2013 por un grupo de investigadores de Sapienza Università di Roma que se publicó en la revista Neurology.