Los investigadores principales, Rachel Caspi y Anthony St. Leger, fueron capaces de cultivar bacterias de la membrana conjuntiva de ratones, entre las que hallaron Corynebacterium mastitidis y varias especies de estafilococos comunes en la piel. En este punto, surgía la duda de si estos microbios se encontraban allí de forma natural o acababan de llegar a la membrana del ojo procedentes del aire y, en este último caso, si se encontraban en proceso de ser destruidos o si, por el contrario, podían persistir en el ojo un periodo más largo de tiempo.
Al cultivar la Corynebacterium mastitidis comprobaron que la bacteria era capaz de inducir la producción de interleucina-17 por parte de las células inmunológicas T gamma/delta presentes en la mucosa del ojo. Esta proteína de señalización atraía neutrófilos hacia la conjuntiva e inducía, a su vez, la liberación de proteínas antimicrobianas en la lágrima. Con el objetivo de determinar si, efectivamente, el microbio estaba contribuyendo a la respuesta inmune, el equipo preparó un experimento con ratones.
Un grupo fue tratado con antibiótico para acabar con la Corynebacterium mastitidis en el ojo, mientras el grupo de control permanecía con la población microbiana intacta. Una vez infectados con el hongo Candida albicans, el grupo medicado experimentó una respuesta inmune muy pobre que no pudo evitar la infección completa del ojo. Mientras, los ratones que conservaban la Corynebacterium mastitidis pudieron defenderse del hongo.
Una vez demostrada la participación de la bacteria en la defensa inmune, los autores se centraron en determinar si se trataba de un microbio residente en el ojo o adquirido. Leger y Caspi comprobaron que la bacteria estaba presente en los ratones procedentes de sus propias instalaciones, pero no en las poblaciones adquiridas a través de proveedores externos. Al inocular la Corynebacterium mastitidis en ratones libres de ella, los autores concluyeron que:
- La bacteria era capaz de establecerse con éxito en el ojo, mientras otras bacterias similares fracasaban en la colonización.
- Pasadas 8 semanas de coalojamiento,la bacteria no se transmitía entre compañeros de jaula. No obstante, era transmisible de madre a cachorro.
“Es sabido que la población microbiana del intestino es capaz de modular la respuesta inmune, por lo que no es extraño que esta relación exista también en el ojo”, concluye Leger. No obstante, “aunque la bacteria parece estimular una respuesta inmune beneficiosa, puede haber situaciones en las que podría causar enfermedad”, advierte.
“Los sistemas inmunes deprimidos de los ancianos podrían verse perjudicados por una Corynebacterium mastitidis fuera de control”, ejemplifica el experto, quien reitera la necesidad de seguir el consejo del oftalmólogo durante el uso de antibióticos tópicos para infecciones oculares.