Los bebés que tienen un tipo particular de hongo (una levadura llamada Pichia) eran más propensos a desarrollar asma que los bebés cuyas tripas no tenían el hongo, según ha asegurado Finlay. Algunos estudios anteriores realizados tanto en ratones como en pacientes sugieren que la exposición a algunos hongos puede desencadenar y exacerbar el asma. Sin embargo, este es el primer trabajo que vincula el asma con un hongo en el microbioma intestinal de los bebés.
Finlay, investigador de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver, ha identificado recientemente 4 bacterias intestinales en niños canadienses que parecen proporcionar protección contra el asma. Para ver si los niños en otros lugares estaban protegidos de manera similar por esos microbios intestinales, analizó a otra población de niños con una tasa de asma similar a la de Canadá (alrededor del 10%).
Finlay comprobó que las moléculas producidas por los hongos interactúan con el desarrollo de los sistemas inmunológicos de los lactantes de manera que aumenta el riesgo de asma. No está claro el mecanismo por el que las tripas de los infantes adquieren el hongo, pues algunas especies de Pichia se encuentran en el suelo, otros en la leche cruda y queso. Finlay y sus colegas ahora van a buscar el hongo en los microbios intestinales de los niños canadienses, si bien han encontrado una relación directa con el asma en el grupo analizado.