Así, la supervivencia en diálisis está relacionada con un buen acceso vascular. La principal problemática radica en que “la fístula es una operación que se suele dejar para lo último, habiendo muchos tiempos de espera hasta el punto que hay pacientes que ya entran en diálisis sin tener la fístula hecha”, tal y como asegura Agustín Arroyo, jefe de servicio de la Unidad de Angiología, Cirugía Vascular y Endovascular del Hospital Vithas Nuestra Señora de de América.
Arroyo explica que, ante las listas de espera tan largas, suele recurrirse a la vía del catéter, que puede producir más problemas al paciente: “hay pacientes que están pendientes de reintervenir la fístula y se les acaba trombosando porque no se les ha intervenido a tiempo”.
Entre los dos tipos de fístulas, la directa nativa (unión con la vena directa) o protésica, Arroyo recomienda la arterio-venosa directa, que se practica con anestesia local y de forma ambulatoria. Generalmente se realiza en la muñeca o en el codo, la anestesia es local y la cirugía no dura más de una hora.
Para los pacientes con más problemas en las venas es necesario realizar una fístula arterio-venosa protésica. Aunque es un poco más complejo incorporar un tubo protésico extra, en algunos casos se puede administrar únicamente anestesia local, mientras que, en otros, será necesario anestesia general y un día de ingreso hospitalario.