El estudio se llevó a cabo entre 32.348 adultos mediante un análisis de asociación del genoma completo en poblaciones de 2 consorcios internacionales de investigación, CHARGE y ENIGMA, del que forman parte los investigadores cántabros. Los científicos se centraron en conocer cuáles son las bases genéticas que determinan el volumen del cerebro en las primeras fases del desarrollo, ha explicado el director del estudio, Benedicto Crespo-Facorro.
“Realmente parece que existe una correlación genética importante tanto con el perímetro de la circunferencia craneal como con el funcionamiento cognitivo en la infancia y en la edad adulta”, asegura.
Según asegura la universidad, existe un amplio debate histórico sobre si el volumen del cerebro tiene una repercusión directa en la capacidad intelectual de la persona. Saber cómo determinadas variantes genéticas pueden determinar las diferencias en el tamaño abre nuevas líneas de investigación en el conocimiento de los factores biológicos del desarrollo cerebral y de alternaciones neuropsiquiátricas.
Tal y como señala el responsable del grupo de investigación en Psiquiatría, “estos genes descritos nos ofrecen una nueva perspectiva de procesos biológicos que determinan cómo el volumen del cerebro que se alcanza durante el desarrollo varía entre individuos”. La hipótesis de la reserva cognitiva establece que el tamaño cerebral puede ser un elemento que modifique la predisposición individual a sufrir enfermedades mentales asociadas a la edad.