Los métodos tradicionales no tienen en cuenta aspectos como la falta de experiencia del paciente en pruebas similares, o la insensibilidad a alguno de los odorantes utilizados. “La capacidad de detectar olores y reconocerlos puede variar mucho entre personas”, explican los autores en una nota.
“Alguien con un sentido del olfato normal puede ser incapaz de diferenciar una molécula de rosa, o vivir en una zona donde esta planta sea tan escasa que no sabe ponerle nombre al olor”, ejemplifican. Incluso en los casos en que el paciente no pudiese nombrar ni uno solo de los componentes de una mezcla, los especialistas no podrían afirmar que se debe a una degeneración neurológica.
Por eso, el presente test, desarrollado en colaboración con los servicios de Otorrinolaringología de los Hospitales de la Universidad de Ginebra y el Hospital General de Veteranos de Taichung, en Taiwán, busca eliminar las diferencias de rendimiento producidas por la familiaridad con los olores o las palabras utilizadas para describirlos. Para ello, los científicos crearon surtidos de “olores blancos”, fabricados a base de 30 moléculas diferentes.
“Así como una combinación de longitudes de onda de luz produce luz blanca, y muchas frecuencias de sonido forman ruido blanco, nosotros hemos creado un olor blanco desconocido”, explica Julien W. Hsieh. De esta forma, los pacientes no tienen por qué identificar los olores superpuestos en la mezcla, sino distinguir un olor blanco de otro. Es decir, “el nuevo test se centra en el olor en sí mismo y no en la capacidad del sujeto de relacionar olores y palabras”.