Por otra parte, los ratones hembra embarazadas que estaban estresadas tuvieron dificultades para realizar pruebas destinadas a medir la ansiedad y la salud cognitiva, en comparación con aquellas que no habían experimentado estrés durante la etapa de gestación. Algunos marcadores relacionados con la inflamación aumentaron, tanto en la placenta como en el cerebro de la descendencia, mientras que el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) experimentó un descenso.
Un grupo de ratones gestantes estuvieron sometidas a distintos tipos de acciones restrictivas, durante 2 horas diarias a lo largo de una semana, para inducirles estrés, mientras que otro grupo de ratones embarazadas no tuvieron situaciones estresantes durante la gestación. Posteriormente, se evaluaron las bacterias intestinales a partir de muestras fecales de los ratones.
“Estos ratones tenían más ansiedad, pasaban más tiempo en espacios oscuros cerrados y tenían más dificultades para aprender tareas que dependían del desarrollo cognitivo, aunque nunca hubieran estado expuestos a una situación estresante desde de su nacimiento”, aseguró Tamar Gur, autora principal del estudio durante su presentación en Neuroscience 2016, la reunión anual de la Society for Neuroscience de Estados Unidos.
Los microorganismos presentes en el tracto gastrointestinal y reproductivo de la madre son los primeros que colonizan el cuerpo del feto. Por este motivo, y tal y como sugieren los investigadores, las bacterias podrían explicar los motivos por los que el estrés puede afectar en el desarrollo de una enfermedad mental que perdure para toda la vida.
Con este estudio, Gut recalca que lo importante no es que las madres comiencen a sentirse culpables si no son capaces de reducir el estrés durante el embarazo, sino que los médicos comiencen a abordar este problema desde la prevención para que las bacterias se mantengan en niveles saludables y los niños no desarrollen problemas cognitivos a largo plazo.