El estudio se ha basado en el análisis de 16 astronautas que habían perdido visión de forma paulatina tras pasar meses en el espacio. Los exámenes realizados por los expertos han probado que el dorso de sus globos oculares ha padecido un estrujamiento y un aplanamiento durante su periplo sideral.
Los médicos analizaron el volumen de líquido cefalorraquídeo (CSF en sus siglas inglesas) en sus cabezas antes y después del viaje espacial. Los expertos concluyeron que los astronautas que habían estado más de 6 meses en el espacio tenían mucho más CSF alrededor del ojo que los astronautas que solo habían pasado periodos cortos en el espacio. El CSF, que flota alrededor del cerebro y de la espina dorsal para amortiguar y proteger el cerebro mientras el cuerpo se desplaza.
Los investigadores también han diseñado una nueva técnica de visualización, que mide exactamente hasta qué punto se han alisado los globos oculares después de determinadas estancias en el espacio. Los autores del estudio señalan que, sin la ayuda de la gravedad, el líquido no logra bajar ni distribuirse equitativamente, lo cual provoca que se acumule en la cavidad del ojo e incremente la presión del mismo, que empieza a verse alterado hasta que se produce un daño en la visión.
Este daño se conoce como síndrome de discapacidad visual de la presión intracraneal (VIIP en sus siglas inglesas). El estudio señala que es probable que algunas personas tengan más predisposición que otras, debido a la forma de sus cráneos, lo que explicaría por qué algunos astronautas no han padecido el VIIP. Sin embargo, los médicos apuntan a que cualquiera puede padecer VIIP si se queda en el espacio durante un periodo de tiempo suficientemente largo.