“La contribución de la infección viral en el desarrollo del cáncer se conoce bien en pacientes con un sistema inmunológico debilitado. Sin embargo, en la mayoría de los casos, no queda del todo claro cómo la infección por el virus de Epstein-Barr puede provocar cáncer”, explica Henri-Jacques Delecluse, investigador del DKFZ.
Según han podido comprobar los investigadores, este virus tiene una proteína responsable de la aparición del cáncer. Esta proteína, llamada BNRF1, produce un número excesivo de polos de huso mitótico del centrosoma, de manera que los cromosomas ya no están divididos por igual entre las 2 células hijas.
Sin BNRF1, Epstein-Barr no puede infectar
Al retirar la proteína del virus, pudieron comprobar que la presencia de Epstein-Barr no interfería en la distribución de cromosomas y, por tanto, en el desarrollo de cáncer a largo plazo, por lo que estaba directamente relacionado.
“La novedad de nuestro trabajo es que hemos descubierto un compuesto del virus que provoca cáncer. Todos los virus que se han relacionado con la aparición de cánceres tienen un mecanismo completamente diferente. Generalmente, el material genético del virus tiene que estar presente en la célula infectada. Sin embargo, el producto de este gen no está presente en la propia partícula infecciosa”.
Los científicos del estudio consideran que no solo podría provocar cánceres de estómago, sino que podría estar vinculado a la aparición de otro tipo de cánceres, tal y como ya habían podido comprobar en otras investigaciones anteriores en las que se había encontrado que la presencia del virus aumentaba el número de casos de linfoma de Hodgkin.
Una vacuna contra el Epstein-Barr podría prevenir el 2% de casos totales de cáncer en el mundo, según estiman los autores de la investigación, que ya desarrollaron un prototipo de vacuna basado en partículas similares a virus (PSV) en los que se inocula una especie de “cáscara” vacía del virus, que imita una partícula infecciosa del Epstein-Barr para que el cuerpo provoque una respuesta inmunológica. El estudio se publica en la revista Nature Communications.