Por este motivo, un grupo de investigadores de la Buffalo University, en Estados Unidos, ha encuestado a 170 médicos de cuidados intensivos pediátricos sobre los criterios de diagnóstico de la insuficiencia renal aguda en pacientes infantiles. La mitad de ellos respondió que no utilizaba las últimas directrices de criterios de diagnóstico en la práctica clínica.
El 74% de los médicos utilizaba solo la creatinina sérica y el análisis de orina para el diagnóstico a pesar de que existen nuevas pruebas más fiables y disponibles en la actualidad. La creatinina sérica puede alterarse por varios factores, como la nutrición y la masa corporal, en comparación con otros biomarcadores más precisos que permiten detectar la lesión renal aguda.
“No me sorprendió que no utilizaran pruebas nuevas porque cuestan mucho dinero y requieren maquinaria especial, pero lo que realmente me disgustó fue comprobar que los médicos estaban satisfechos con el status quo y no buscaban un biomarcador que fuera mejor para detectar esta patología de importancia crítica, pues los biomarcadores existentes no son adecuados; eso fue lo decepcionante”, explica Amanda Hassinger, profesora de Pediatría de la universidad.
La enfermedad renal aguda suele producirse en pacientes que ya están en el hospital por condiciones de salud que incluyen las sepsis, los traumatismos, las exposiciones a medicamentos que dañan los riñones o las intervenciones de cirugía mayor.
Además, un episodio renal agudo aumenta las probabilidades de desarrollar otros problemas como una enfermedad renal, un accidente cerebrovascular o una enfermedad cardiaca a largo plazo. Concretamente, los niños que padecen un episodio de este tipo tienen entre un 50 y un 75% de probabilidades de padecer insuficiencia renal el resto de su vida.
“Los riñones son extremadamente resistentes, y los niños también lo son, por lo que incluso, si tienen la peor etapa de lesión renal aguda y, a pesar de lo que realice el médico, los riñones y el paciente suelen mejorar. No hay tanta urgencia en diagnosticarla ni saber el nombre del diagnóstico porque, la mayoría de las veces, los niños se recuperan bastante bien a pesar de que el diagnóstico no sea el correcto”, explica Jo Freudenheim, autor del artículo
El 12% de los encuestados no conocían con seguridad si la enfermedad renal aguda había aumentado la morbilidad y la mortalidad, una cifra elevada, en opción de Hassinger. Además, esta profesora se sorprendió al conocer que solo un tercio de los médicos de cuidados intensivos pediátricos derivan el paciente a un nefrólogo una vez que le han dado el alta.
Estos niños no tienen un seguimiento nefrológico hasta que tienen síntomas en la adolescencia o desarrollan una infección que afecta directamente a los riñones, en cuyos casos pueden haber ya desarrollado una insuficiencia renal a los 18 años, explica Hassinger. Por este motivo, es importante realizar un diagnóstico precoz utilizando los nuevos biomarcadores marcados en las directrices actuales y derivar al nefrólogo una vez que el niño ha sido dado de alta. El estudio se publica en la revista Pediatric Critical Care Medicine.