“Se sabe que algunos alimentos o sustancias que ingerimos habitualmente en nuestra dieta son perjudiciales para la salud en general, pero, además, está avalado científicamente que pueden influir muy negativamente en pacientes con artritis reumatoide u otro tipo de enfermedad de curso inflamatorio”, resume la sociedad en una nota de prensa. Los hábitos dietéticos incorrectos pueden ocasionar graves consecuencias:
- Desajustes de peso, tanto por exceso como por defecto.
- Afectación del sistema inmunológico.
- Sobrecarga en las articulaciones.
- Déficit de nutrientes.
En este sentido, la SER desaconseja el consumo de dietas proinflamatorias, como las constituidas por un alto contenido en azúcares, grasas trans, grasas saturadas o carbohidratos refinados y carencia de frutas, hortalizas, frutos secos o aceite de oliva virgen. Por el contrario, los cereales integrales, el pescado azul o el vino en cantidades moderadas, deben incorporarse a la dieta del paciente.
“La prevención continúa después del diagnóstico de una enfermedad inflamatoria, y los beneficios de la dieta mediterránea también”, afirma Serra. “Nunca es tarde para beneficiarse de ella, aunque sus efectos serán mayores y más inmediatos cuanto antes la adoptemos”, advierte. La mala alimentación no solo aumenta el riesgo de enfermedad, sino que empeora el pronóstico de las ya diagnosticadas.