“La prevalencia de la enfermedad se ha incrementado en los países occidentales por el aumento de la longevidad”, explica el reumatólogo del Hospital de Cruces, en Vizcaya. Esta enfermedad “de reyes” precisa tratamiento, ya que “una gota no controlada puede desencadenar lesiones irreversibles”.
Además de consumir grandes recursos sanitarios, sociales y personales, y aumentar el riesgo cardiovascular, la gota no controlada supone para el paciente “padecer ataques cada vez más frecuentes e intensos”, que empeoran dada la escasa adherencia al tratamiento.
El consumo de alcohol y otros hábitos de vida poco saludables caracterizan a una enfermedad que, muchas veces se considera autoinfligida, obviando otros factores como la predisposición genética, ciertas enfermedades del riñón o la elevación del ácido úrico en sangre producida algunos fármacos.
Actualmente, las terapias se centran en eliminar el ácido úrico por el riñón, combinando esta acción con la reducción su formación, pero, para luchar contra la gota no controlada, Pérez Ruiz propone basar los tratamientos en una diana terapéutica, tal como se hace con la presión arterial o el colesterol.