Los modelos tradicionales se basan en la cantidad de casos que el residente es capaz de asumir, lo que supone un error para Dawn LaPorte, autora principal del trabajo, ya que, en estos casos, “solo se mide el volumen y no la habilidad”. Tampoco existe una “retroalimentación de los fallos, como parte del entrenamiento”, advierte.
“Lo que proponemos es que practiquen en un entorno seguro antes de manejar un bisturí para operar pacientes reales”, explica la profesora de cirugía ortopédica en la revista científica Journal of Surgical Education. De otra forma los errores se irán perpetuando hasta llegar a afectar al ejercicio de la profesión.
Sobre esta hipótesis, el equipo evaluó el trabajo de 23 médicos residentes del Hospital Universitario Johns Hopkins desde su primer año hasta el quinto, con la escala modificada Objective Structured Assessment of Technical Skill (OSATS). Mediante esta graduación los alumnos podían obtener 1 ó 0 según la corrección de sus intervenciones o el orden adecuado de las mismas.
Durante la investigación, los inspectores observaron 11 incidentes en cirugías de hombro, incluyendo incisiones incorrectas y lesiones en los nervios, venas o tejidos importantes, si bien es cierto que 9 de estos 11 errores correspondieron a alumnos de primer y segundo año.
Los propios residentes mostraron su conformidad con el método de aprendizaje y evaluación “ya que les da la confianza que necesitan antes de entrar a un quirófano”, asegura LaPorte. El objetivo, añade, es estandarizar las prácticas de residencia. Mientras, el siguiente paso será desarrollar una lista de verificación OSATS para el tratamiento de síndrome compartimental.
Se trata de “una de las más graves de lesiones ortopédicas”, apunta la cirujana, “una manipulación incorrecta puede llevar a la amputación de la extremidad lesionada o incluso la muerte”, advierte, algo que podría evitarse con la práctica previa en cadáveres.