Según ha informado el hospital, se trata de un procedimiento endoscópico que se realiza a través del conducto de la orina, por lo que no se necesita ninguna incisión ni suturas posteriores. El urólogo accede a la próstata y aplica el láser directamente en la próstata, eliminando el tejido agrandado.
La principal ventaja del láser frente a una intervención prostática tradicional es que produce una gran reducción del riesgo de sangrado. “La energía láser produce una coagulación muy eficaz del tejido y, por lo tanto, impide que se produzcan sangrados. Por este motivo, es ideal para pacientes que tomen tratamiento anticoagulante o que tengan algún tipo de enfermedad que aumente el riesgo de sangrado”, explica Reig.
De acuerdo con el especialista, el hecho de que sea una intervención “mínimamente invasiva” hace que resulte “muy cómoda” para el paciente, que “percibe que el calibre de su chorro miccional es mucho mejor que antes”; igualmente, aquellos que necesitaban sonda para orinar, dejan de precisarlo.
Respecto a los efectos en la función sexual, el urólogo destaca que “el uso de esta técnica tiene efectos positivos frente a otras”, ya que se trata de una técnica “extremadamente precisa”. “El efecto del láser no penetra en los tejidos más profundos, evitando así posibles daños”, añade el jefe de Servicio.